Destruyendo fronteras: Artista Chicano sanando heridas históricas

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Foto Cortesía de Jim Elliot

La puerta fronteriza colocada entre los Estados Unidos y México en 1988 es considerada como una pieza del legado de Lou.

Richard Alexander Lou vivió en Tijuana, México hasta casi los 9 años, y durante casi tres años, cruzaba la frontera con los Estados Unidos para ir a la escuela primaria.

Todos los días, alrededor de las 6:30 de la mañana, junto con su padre y sus hermanos cruzaban la frontera. Aunque era joven, Lou recuerda bien las mañanas y los interrogatorios de los agentes de la Patrulla Fronteriza. 

Después de dejar a sus hijos, el padre de Lou se iba a trabajar como carnicero en una tienda de comestibles en EE.UU. Después de la escuela, los niños tomaban el autobús a la casa de su primo, donde los recogía su padrino, y volvían a cruzar la frontera de vuelta a México.

“Fui una persona que cruzó la frontera desde niño”, dijo Lou.

En 1988, 20 años después, Lou estaba instalando una puerta en la frontera entre Estados Unidos y México, a unos 400 metros al este del Aeropuerto Internacional de Tijuana, cerca de donde cruzaba de niño para ir a la escuela. 

Lou llevó un marco de puerta de metal y lo colocó a lo largo de una malla de las 1.954 millas de alambre de púas que separan a Estados Unidos y México.

A continuación, instaló docenas de clavos en un lado de la puerta y colocó 134 llaves en esos clavos. Las únicas personas que tenían acceso a las llaves eran las que vivían en el lado de la puerta que se podía abrir: el lado mexicano.

El fotógrafo y amigo de Lou, Jim Elliot, fotografió la instalación de la puerta capturándola frente al vasto telón de fondo de la frontera. La valla estaba doblada y rota, pero la puerta permanecía abierta, invitando a la gente a atravesarla.

Lou carga la puerta fronteriza con 134 llaves colocadas para animar a la gente a que pasen por la puerta a los Estados Unidos “con dignidad”. (Foto Cortesía Jim Elliot)

Para Lou, la puerta simbolizaba el arrebato de tierras por parte de Estados Unidos a México  durante la guerra mexicano-estadounidense, pero también representa la forma en que los agentes de la Patrulla Fronteriza estadounidense tratan a los inmigrantes. 

“También fue una respuesta a cómo mis abuelos fueron tratados al cruzar la frontera”, dijo Lou. “Yo, como este chico joven, viendo a los agentes de la Patrulla Fronteriza ser completamente irrespetuosos con las personas mayores”.

Lou es un artista chicano criado por su madre mexicana y su padre chino en San Diego, California y Tijuana, México. Es un artista visual y performativo, que comenzó su trabajo en la frontera, pero que desde entonces ha expuesto y realizado su obra en otras partes del mundo. Algunos consideran que la instalación de la “Puerta de la Frontera” es el principal legado de Lou, aunque él otorga dicho puesto a sus hijos.  

“Tener hijos es lo más importante que me ha pasado”, dijo Lou. “Después de eso, podremos hablar del arte”. 

Una vez terminada la instalación de la puerta, Lou se dirigió al barrio donde creció a fin de repartir más llaves a sus antiguos vecinos y a todo aquel que quisiera las llaves de la “Puerta de la Frontera”. 

“Hubo satisfacción, pero hubo este gesto muy humilde de colocar esta puerta justo en la frontera entre Estados Unidos y México y luego volver al barrio donde crecí en Tijuana y repartir más de 250 llaves, invitando a la gente a usar mi puerta fronteriza, y que la usen con dignidad”, dijo Lou. 

Lou permaneció cerca de la frontera durante la primera parte de su carrera, luego comenzó a trabajar en el Centro Cultural de la Raza en San Diego, California. Aquí pudo conectar con mentores y otros artistas sobre el racismo al que se había enfrentado a lo largo de su vida. 

“Cuando era joven, tenía todas estas experiencias traumáticas de ser rechazado, de que me dijeran que tenía que volver a México aunque hubiera nacido en Estados Unidos, de saber que los héroes de mi madre eran en realidad enemigos de Estados Unidos”, dijo Lou. 

Pero esto le dio una oportunidad de expresarse al trabajar en el Centro Cultural para luego afiliarse con el Taller de Artes Fronterizas

En 1990, Lou y otros siete artistas que formaban parte del Taller de Artes Fronterizas atravesaron la frontera en una casa móvil. Sus viajes lo llevaron a formar parte de un espectáculo artístico conocido como “Suturas de la Frontera”.

Lou describe el proyecto “Suturas de la Frontera” como una larga instalación o pieza escultórica, donde colocaron grapas de acero gigantes a lo largo de la frontera. Al final del viaje se colocaron más de 25 grapas.. 

“Esto se basa en la obra de Gloria Anzaldúa ‘The Borderlands’, en la que describe la frontera como una herida abierta”, dijo Lou. “Así que fue un acto de curación”.

Lou y otros artista martillaron grapas de acero para su proyecto “Suturas de la Frontera” con la intención de “volver a unir a los dos países”. (Foto Cortesía de Lourdes Grobet)

Lou continuó estableciendo vínculos e incluso creó una comunidad propia en el Centro Cultural con Robert Sánchez, Marco Anguiano y Patricio Chávez..

 “Tiene este interesante equilibrio entre ese compromiso comunitario, familiar, muy centrado en lo local y, al mismo tiempo, un compromiso más amplio con la comunidad intelectual estadounidense e internacional”, dijo Chávez. “Tiene una forma de destilar temas complejos en un análisis muy comprensible. Es como un poeta para mí, su trabajo, su escritura”. 

Posteriormente, Lou llegó a Memphis en 2007, luego de que le ofrecieran el puesto de director del Departamento de Arte de la Universidad de Memphis. Donde gracias a un compañero, pudo conocer la estatua de Nathan Bedford Forrest, el primer Gran Mago del Ku Klux Klan.

Mientras regresaba de dicha visita, Lou empezó a cuestionar la historia del lugar. 

Le parecía absurdo la idea de una estatua racista en un lugar donde el 61,9% de la población  es negra, según la Oficina del Censo de Estados Unidos de 2007. Sin embargo, esto también le sirvió como motivación para crear la obra de teatro titulada “Recuperando Memphis: Escuchando historias no contadas”.

“No digo que haya cambiado ese sitio, pero durante una hora de un sábado por la mañana, frente a los millones de horas que probablemente ha estado esa estatua ahí, transmitiendo su mensaje- durante una hora, he complicado el sitio”, dijo Lou. “Y durante una hora, proporcioné un punto de vista alternativo”. 

Jody Stokes-Casey, que estudió en la Universidad de Memphis para obtener su licenciatura, trabajó con Lou para su estudio independiente. Stokes-Casey ha escrito muchos artículos sobre su trabajo y las actuaciones que creó en torno a la estatua de Forrest. 

“No es de Memphis”, dijo Stokes-Casey. “Tampoco es del Sur, pero está observando [los monumentos de la supremacía blanca] y contextualizándolos de una manera que aporta sus propias experiencias y antecedentes a ese escenario y aporta sus propias habilidades y perspectivas como artista con el fin de remodelar la forma en que percibimos esas esculturas, y eso es lo que es su trabajo”.

Lou y los miembros de la comunidad de Memphis realizaron la pieza titulada “Recuperando Memphis: Escuchando historias no contadas” en frente a la estatua del primer mago del Ku Klux Klan. (Foto Cortesía de Kathy Barnes )

Lou dice que contar historias es “tan antiguo como la humanidad”. Con cada obra, intenta transmitir las historias que escuchó en su infancia. Las transmite a sus hijos y nietos, pero también a las comunidades de las que forma parte. 

“Me fascinan las historias sobre mi familia, y creo que mucho de ello tiene que ver con que siempre hay signos de interrogación sobre la familia, y quiero deshacer esas preguntas y quizá convertirlas en signos de exclamación o comas en lugar de signos de interrogación”, dijo Lou. “Además, vengo de una familia, especialmente mi madre y mi padre, dios mío, eran unos narradores maravillosos”.

Lou recuerda haber escuchado a su padre hablar de su infancia en China y en el delta del Mississippi, historias sobre cómo vivió la Segunda Guerra Mundial y luchó en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, y de cómo les enseñaba japonés a los oficiales de la Marina. Lou sentía envidia de la vida de su padre y por eso decidió contar historias a través de su arte.

Ahora deja la puerta abierta para que sus historias sigan siendo transmitidas a sus hijos y nietos.

“Son sus historias”, dijo Lou. “Les pertenecen. Es sobre su pasado y sobre sus antepasados, y se trata de articular su ADN, en cierto sentido”.

Ahora, a sus 63 años, Lou desea dejar su posición en la Universidad de Memphis Centro, y poder pasar los fines de semana y los veranos con su familia.

“Quiero concentrarme en un par de cosas antes de morir: seguir haciendo mi trabajo y luego hacer juguetes para mis nietos”, dijo Lou con su voz grave. “En realidad, hacer juguetes para mis nietos y luego continuar con mi trabajo y construir mi barco [de vela]”. 

El viaje de Lou comenzó en la frontera con su familia. Ahora, a medida que asciende en la universidad y puede ver claramente que su tiempo de vacaciones lo pasa con su familia, en lugar de la pila de papeles en su escritorio, las puertas se abren una vez más.

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