OPINIÓN: Ya no soy católica, pero sigo hablando con la Virgen de Guadalupe

Stephania Rodriguez | La DePaulia

Decoraciones rojas y rosas rodean un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe en la iglesia católica Santa Ines de Bohemia.

No suelo reflexionar sobre mi infancia. No recuerdo mucho, o tal vez trato de no recordar. Viví momentos agradables y algunos difíciles, como cualquier otra persona. Pero lo que sí recuerdo es la frecuencia con la que iba a la iglesia con mis padres. 

Cuando me mudé a Chicago de mi estado de nacimiento, California, mi familia y yo vivíamos con la hermana de mi padre hasta que pudimos establecernos en un apartamento en Gage Park. 

En las calles 55 y Washtenaw no solo viví muchos momentos de alegría sino que también aprendí sobre la religión católica que me enseñaron mis padres, porque vivíamos frente a la iglesia de Santa Clara de Montefalco.

En esta iglesia aprendí y memoricé varios himnos y oraciones a lado de mi familia. Asistí a clases de catecismo e incluso me bauticé a los seis años. Mis tíos se convirtieron en mis padrinos y me regalaron una cadena de oro con la imagen de La Virgen de Guadalupe.

Años después, a pesar de haberme distanciado de la religión Católica, sigo usando esa cadena, y sigo hablando con La Virgen de Guadalupe. 

 

El collar de oro de Stephania Rodriguez muestra una imagen de La Virgen de Guadalupe. (Stephania Rodriguez | La DePaulia)

 

Desde que inició la pandemia, me he acercado más a ella. 

Cada semana le enciendo una vela y le entrego mis penas y mi estrés. Le pido que llene mi hogar de paz y armonía. Que le de salud a mis padres. Y cuando estoy gozosa, también le doy gracias. 

Recuerdo durante el comienzo de la pandemia cuando las iglesias comenzaron a anunciar que tenían que cerrar sus puertas. Millones de personas como mi papá que iban a la iglesia todos los domingos ya no podrían. La gente tuvo que dejar sus tradiciones y practicar su fe desde casa. 

Me puse a pensar en todas las personas que asistían a sus centros religiosos sin faltar. A los que para ellos estos sitios eran su refugio. 

Fatima Zaidi, una estudiante de la Universidad DePaul, es musulmana y también ha extrañado practicar su religión en un ambiente tranquilo con su comunidad.

“Me resultó increíblemente difícil establecer esa misma disciplina dentro de mi hogar que naturalmente viene con las visitas”, dijo Zaidi. “Pero me hizo darme cuenta de cuánto respeto se necesita para recitar una oración, escuchar conferencias y conmemorar”.

Tener más tiempo libre le dio a Zaidi la oportunidad de escuchar varias conferencias religiosas durante el día. Con cada entrega, dijo que aprendió algo nuevo sobre su fe.

“Comencé a tomar notas, comencé a tener discusiones en mi casa y las preguntas que permanecieron sin respuesta durante la mayor parte de mi vida finalmente fueron respondidas”, dijo Zaidi. 

Al igual que Zaidi, este tiempo de descanso durante la pandemia sirvió para acercar a mucha gente a su fe.  

Esmeralda Castelan, quien es de fe cristiana, dijo que se fue distanciando de su religión cuando comenzó  sus estudios en la universidad.

“Ya no tenía la obligación de ir a la iglesia y creo que por eso fue tan fácil parar”.

Pero para Castelan la pandemia y sus momentos difíciles la ayudaron a reconectarse con su fe. 

“Empecé a sentirme muy perdida”, dijo Castelan. “Me dije a mí misma que tenía que dejar de concentrarme tanto en esto y poco a poco comencé a querer volver a mi religión”.

Castelan compartió que lo que le gusta de la religión es la paz que puede infundir en una persona. 

Hacer una oración nos permite dejar un problema en las manos de nuestro creador y no preocuparnos más por eso. Es dejar que las cosas se manifiesten por sí solas.

Este diciembre yo celebraré a la Virgen, así como a millones de mexicanos y otros latinos. Continuamos en tiempos de incertidumbre, y para muchos de nosotros, la religión y la oración es la forma en que navegamos en tiempos difíciles.