26° Graduación anual latina: Crecimiento y perseverancia de la comunidad
1,100 estudiantes Latinx se graduaron de DePaul este año, el número más alto que ha tenido la universidad. Una fracción de estos estudiantes, junto con sus familiares y amigos, se reunieron para una ceremonia híbrida e íntima en el Centro Estudiantil de Lincoln Park.
Los graduados fueron honrados y reconocidos por sus logros y por su resiliencia como estudiantes que lucharon y trabajaron durante una pandemia. Aparte de afrontar con la presión adicional que conlleva ser un estudiante de primera generación, se puede decir que fueron elogiados por su ‘valor’.
“El concepto de valor y perseverancia no es realmente pasivo, pero sí lo es en la academia”, dijo la oradora principal Gardenia Rangel.
La ex-alumna de DePaul y actual Decana Asociada Interina de Instrucción en Daley College, Gardenia Rangel, atribuyó gran parte de su éxito a sus padres, quienes perdieron la vida a causa del Covid-19. Sus padres vivían en North Lawndale, un vecindario que se vio profundamente afectado por el virus.
Rangel destacó sus sacrificios, que la llevaron a ella y a sus hermanos a tener la oportunidad de continuar con una educación superior y crear una vida abundante.
“Mis padres me enseñaron a tener agallas y una mentalidad de crecimiento… nos inculcaron que nunca nos rindiéramos”, dijo Rangel. “’Echale ganas, mija’ era muy común en nuestra casa. Supongo que estos conceptos no son exclusivos de mi familia. ¿Están todos de acuerdo?”
De mesa en mesa, la pregunta de Rangel fue seguida por numerosos asentamientos de aprobación. Ella citó un estudio de 2007 de The Journal of Personality and Social Psychology que concluyó que la determinación era un mejor predictor del éxito en la vida que el coeficiente intelectual de cualquier persona.
A fin de hablar sobre la noción de apoyo y sacrificio familiar, José Domínguez Magdaleno relató las dificultades que enfrentó al dejar la casa de sus padres en Nueva Jersey para obtener su licenciatura en DePaul.
“En mi primer año me golpeó el choque cultural y no sabía si iba a lograrlo”, dijo. “Echaba de menos mi casa con diez personas viviendo en ella, los gritos de mis padres, mis hermanos que nunca me dejaban sola y la comida casera. Extrañaba a mi familia, mis raíces por mis esperanzas y sueños”.
Magdaleno finalmente se dio cuenta que tendría que adaptarse y comenzar una vida diferente. Terminó encontrando consuelo en los vecindarios latinos de Pilsen, Little Village y Back of the Yards, que le recordaron su hogar y sus raíces mexicanas.
Los familiares solían decirle a una joven Dominique Mejía que debía ser abogada porque le encantaba discutir mucho. Sus padres inmigrantes mexicanos lucharon durante muchos años en Los Ángeles, California, tratando de cubrir los gastos a fin de darles a ella y a sus tres hermanos una vida mejor.
El aumento del costo de vida en California y la pérdida del trabajo de su padre llevaron a su familia a empacar maletas y mudarse a Kansas y, finalmente, a Chicago. Ahora, dijo, pronto entregará a sus padres sus documentos para la ciudadanía estadounidense, como su abogada.
“Espero que todos los estudiantes que están aquí hoy recuerden decirle a su familia cuánto aprecian su apoyo y esfuerzo para colocarlos donde están hoy”, dijo Mejía.
Magdaleno reflexionó sobre la pregunta vicentina de DePaul “¿Qué se debe hacer?” y lo difícil que fue para muchos responderla en medio de la presión de los acontecimientos ocurridos en los últimos años.
“Ahora, no deberíamos tener que sentir esa presión”, dijo. “Estamos entrando en un mundo que aún es desconocido. Es a la vez intimidante y emocionante porque podemos crear un camino que nos permita tener el espacio para encontrar y reimaginar cualquier cosa”.