OPINIÓN: El baile entre activismo y política se llama democracia
Caminando por la calle 18 en Pilsen, me quedo mirando un mural. Además del arte, pienso en cómo la pared fue planeada y aprobada oficialmente, mientras que el mural funciona por fuera de la norma, por fuera del sistema. Pero ambos trabajan para lograr crear algo hermoso, desde procesos muy diferentes.
La lucha por crear un mundo justo se ha visto diferente en cada sociedad en la que se ha intentado. La gente no tiende a organizarse del mismo modo en diferentes culturas o en diferentes sistemas de gobierno.
En la Revolución Francesa, la desesperación, el hambre y la indiferencia de la monarquía llevó a la gente a organizarse, armarse y cambiar el orden social en Francia por completo.
Mientras que, durante la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia, actual República Checa, los estudiantes de Praga salieron a manifestarse de forma pacífica por la falta de representación política y terminaron logrando su independencia contra la Unión Soviética.
¿Pero cómo funciona una pelea por derechos en una sociedad como la nuestra?
“[Yo era] Una agitadora externa y alguien que creía que teníamos que unirnos, pero siempre terminaba con: ‘Oye, sea cual sea el político, tienes que implementar este cambio’. Y ahora soy ese político.” Dijo la congresista estadounidense Ilhan Omar en el podcast Rep.
Allí, junto a su hija, Isra Hirsi, hablaron acerca de sus visiones opuestas sobre el mejor método para buscar un cambio en la sociedad. Isra Hirsi hablaba de activismo y de revolución, mientras que Ilhan Omar proponía la votación y representación.
Claramente, sus posiciones son más complejas que solo esto, pero nos dan la oportunidad de ver una relación interesante en nuestra sociedad: aquella entre activistas y políticos. ¿Son estas fuerzas opuestas o complementarias?
Rosa Esquivel, miembro de Pilsen Alliance y activista en el barrio Pilsen que ha luchado durante muchos años en contra de los efectos de la gentrificación en la comunidad latina del barrio habló sobre la diferencia entre la pelea por derechos desde el activismo y desde la política.
“Cuando se trata de los problemas, el político puede decir ‘responsabilidad policial’ mientras que el activista puede decir ‘abolir la policía’”, dijo Esquivel. “Y a veces al político le aterroriza decir algo como ‘abolir la policía’ o ‘abolir el ICE’, porque busca un punto medio.”
Las posiciones del activista y el político tienen una diferencia clara en este punto, pues para ser elegido para un cargo basado en votación popular, pocos políticos triunfan con ideas extremadamente radicales. Entre más extremista sea la ideología de una persona, menos probable es que vaya a encontrar votantes.
Yo creo que esto nos dice que solo los políticos más moderados llegan a posiciones de poder o que la política ‘modera’ a las personas. Personalmente, me voy por la primera opción, ya tenemos suficientes ejemplos de extremistas con poder político para dudar seriamente de la segunda.
También miembro de Pilsen Alliance, Javier Ruiz, organizador por los derechos de propiedad y por la educación de calidad en las escuelas públicas, entre otros, habló de cómo se dan las mismas luchas de forma paralela, entre activismo y política.
“Te daré un ejemplo con Black Lives Matter. Ahora, se podría decir políticamente que están tratando de luchar por la reforma policial y la inmunidad calificada. Pero los activistas en la calle quieren justicia para las personas que fueron asesinadas, quiero decir, es el mismo mensaje, pero es como un enfoque diferente”.
Aquí se ve una característica extra de esta dinámica activismo-política. Se marca una diferencia en el modo y en el enfoque, pero no tanto en el núcleo. Tanto en las calles con activismo como en una oficina de un concejal, se puede luchar por los mismos valores, pero se vería de formas muy diferentes.
Pero acá entra una nueva diferencia a analizar: ¿Es el activismo más cercano a la gente, pero más lejano al poder; mientras que la política está más lejos de la gente, pero más cercana al poder?
Parece algo fácil de responder en un inicio, pues un activista puede luchar por décadas por algo que un político puede lograr con firmar un papel, pero no nos apresuremos a dar esta respuesta de forma tan contundente aún.
El concejal del distrito 25, Byron Sigcho-Lopez, que ha sido muy activo en la comunidad de Pilsen desde hace muchos años y que tiene un punto de vista único sobre la dinámica activismo-política, comentó su perspectiva sobre esta dualidad.
“Creo que tenemos que tener claro que nuestra democracia, la democracia liberal, está en crisis”, dijo Sigcho-López. “Y que lo que necesitamos es democracia real, principios democráticos reales, que guíen nuestras elecciones”.
Él siente que esta crisis está especialmente ligada a la forma en como los intereses privados, particularmente de grandes empresas y multimillonarios, han secuestrado al sistema democrático para auto-beneficiarse económicamente.
Para ‘curar’ la democracia, es necesario restringir el poder que tienen los poderosos sectores económicos y lograr que sea la gente y sus necesidades la que dirija la toma de decisiones.
Y aquí se nota donde su propuesta responde nuestra duda. El activismo y la política, en una democracia saludable, son dos partes del mismo mecanismo. El activismo se encarga de hacer evidentes los problemas de la gente, mientras que el político, bajo la presión de la gente y el activismo, usa su poder para lograr cambios sistemáticos.
“Entonces creo que cuando tenemos un sistema que no funciona, nuestras prioridades también están quebrantadas. Para que podamos retomarlo, creo que no puede ser electoralmente, necesitamos organizarnos a nivel de base para que podamos tener representantes que nos rindan cuentas a nosotros y no a los grupos de intereses especiales”, dijo Sigcho-Lopez.
Al igual que el mural en la pared de un edificio en Pilsen, el activismo y la política son quienes juntas construyen algo hermoso que ninguna lograría por su cuenta. Ahora, es nuestra responsabilidad crear una sociedad donde esto se pueda lograr.