Latinos en Chicago reciben con brazos abiertos a migrantes después de un camino difícil

Stephania Rodríguez | La DePaulia

Yumary Briseño fue recibida por la Iglesia Metodista Unida Adalberto Memorial después de huir de Venezuela.

Yumary Briseño miró a su hija de 12 años. Sus tiernos ojos mirándola, llenos de preocupación.

“Mamá, tengo hambre.”

Briseño le dio a su hija la única comida que tenía en casa: unas arepas de harina y una lata de salsa de tomate.

“Mamá, eso no es comida”.

Conteniendo las lágrimas, Briseño se dio cuenta de que era hora de huir de Venezuela.

Briseño dijo que no quería venir a los Estados Unidos, pero con la creciente crisis económica en su país de origen, decidió huir con la esperanza de brindarle una vida mejor a su hija y a su madre.

Yumary Briseño y su hija dentro su casa en Venezuela. (Yumary Briseño | La DePaulia)

Su negocio de restaurante en Venezuela estaba en declive y no tuvo éxito en encontrar otro trabajo que le pagara lo suficiente para mantener a su familia.

“Tenía que hacerlo”, dijo.

El viaje de Briseño a los Estados Unidos no fue fácil. Encontró miedo, hambre y fatiga. Vio a mujeres y hombres violados con sus propios ojos. Vio cómo asaltaban y disparaban a inmigrantes.

Ella fue testigo del aumento de la frustración entre otros migrantes durante su viaje de un mes, muchos de ellos peleando entre sí por el agua.

“Si pudiera retroceder el tiempo, lo reconsideraría un millón de veces antes de emprender el viaje”, dijo Briseño.

A menudo, se iba a dormir a la calle con miedo de que la mataran.

“Es una experiencia que no le deseo a nadie”, dijo.

Desde finales de agosto, el gobernador republicano, Greg Abbott, ha enviado en autobús a unos 3.700 inmigrantes a Chicago desde la frontera entre Estados Unidos y México, en Texas. Al menos 425 son niños en edad escolar, según ChalkBeat. La mayoría de los inmigrantes buscan asilo, pero algunos ni siquiera saben que llegaron a Chicago en primer lugar.

La afluencia de inmigrantes indocumentados es parte del plan de Abbott para enviarlos a ciudades ‘santuario’ demócratas.

Abbott ha criticado abiertamente en redes sociales el intento de la administración Biden de levantar el Título 42, una ley federal, autorizada antes del envío de migrantes, que permite negar el asilo a los solicitantes  en los EE. UU. durante la pandemia de Covid-19.

A pesar de sus experiencias, Briseño dijo que fue una de las afortunadas.

Su viaje la llevó a pasar tres días en el Centro de Recursos para Migrantes en San Antonio, Texas, donde una mujer del centro le dio  boletos de avión a Chicago.

Al llegar a la ciudad se encontró con los pastores Jacobita Cortes y Elvira, quien no quiso revelar su apellido.

Elvira y Cortes convirtieron la Iglesia Metodista Unida Adalberto Memorial, en Humboldt Park, en un santuario para los inmigrantes que lleguen. Les proporcionan alojamiento, ropa, comida y educación sobre cómo usar el transporte público.

Cortes dijo que la iglesia ha recibido alrededor de 150 inmigrantes. Su objetivo ha sido ayudarlos a encontrar trabajo, apartamentos; pero, sobre todo, ayudarlos a restaurar su fé y sus derechos humanos.

Durante una misa en la iglesia, Elvira contó su experiencia como indocumentada a los recién llegados.

Giró la cabeza, reconociendo los ojos de todos en la pequeña habitación y dijo: “Hoy, todos ustedes están llegando al paraíso. Pero un paraíso, ¿por qué? Porque otros antes de nosotros, incluso mucho antes que yo, lucharon para que en ese tiempo yo pudiera tener derechos”.

Elvira fue deportada de Estados Unidos en 2007 y no se le permitió ingresar al país durante veinte años. A pesar de su condición de indocumentada, viajaba a la frontera de EE. UU. con México y ayudaba a la gente a cruzar.

Hubo momentos en que miró hacia el cielo y pensó: “Señor, pero ¿qué estoy haciendo aquí?”

Elvira dijo que, aunque había días en los que estaba llena de dudas y miedo de que la penalizaran nuevamente, quería ayudar a las personas a crear una vida mejor en los EE.UU.

“Quería que ninguna otra madre y padre se separaran de sus hijos. Para que ningún otro padre y madre sean avergonzados. Que ningún otro trabajador se avergüence por el simple hecho de querer trabajar”.

Les recordó a los migrantes que su camino no será fácil, sin embargo, deben seguir luchando.

Un letrero verde dentro de la Iglesia Metodista Unida Adalberto Memorial dice “Yo fui extranjero y tú me recibiste”. (Stephania Rodríguez | La DePaulia)

Cortes dijo recordarles siempre que a pesar de la crisis de su país, no deben soltar sus raíces.

“Como les digo a nuestros hermanos venezolanos, nunca olviden ni sientan vergüenza de su pueblo, de su país”, dijo Cortes.

Cortes también fue migrante. Llegó a los Estados Unidos a los 17 años desde Michoacán, México. Dijo que ahora es deber de las personas que comparten experiencias migratorias similares ayudar a los nuevos migrantes.

Su mensaje trasciende por las paredes de la iglesia a través de dos carteles verdes, uno en español y otro en inglés que dicen: “Yo fui extranjero y tú me recibiste”.

“Así como llegaron, pueden tener ese corazón para seguir ayudando a los demás. Para no olvidar a los que quedaron atrás”, dijo Cortes.

A través de una experiencia migratoria similar o de su propio sentido de vocación, muchos latinos en todo Chicago han encontrado sus propias formas de ayudar a quienes buscan asilo.

Baltazar Enríquez, presidente del Consejo Comunitario de La Villita (LVCC, por sus siglas en inglés) estuvo en Union Station el 31 de agosto, la noche cuando llegó el primer autobús de migrantes a Chicago.

Recibió una llamada del camarógrafo de Univision, Enrique García Fuentes, preguntándole si podían usar el espacio del pasillo de LVCC para albergar a los migrantes. Aunque Enríquez estuvo de acuerdo, no se dio cuenta de la cantidad ‘masiva’ de personas que buscaban asilo.

Los voluntarios de LVCC reunieron rápidamente suministros como ropa, mantas, comida y transporte. Enríquez pidió ayuda a los funcionarios de la ciudad, incluido el congresista Chuy García, el líder del Caucus Latino de Illinois, Aaron Ortiz, y la comisionada del condado de Cook, Alma Anaya. Enrique dijo que ninguno de ellos respondió a sus llamadas telefónicas, ni lo llamó más tarde.

“La ciudad no nos ha ayudado con nada. El estado no nos ha ayudado con nada. El condado nos ha ayudado pero nada. El gobierno federal no nos ha ayudado en nada”.

En octubre, la alcaldesa Lightfoot donó $5 millones a la ciudad para apoyar a los inmigrantes que llegan, según la Revista Bloomberg. Sin embargo, la LVCC no contó con ningún apoyo financiero de la ciudad, según Enríquez.

Enríquez dijo que el vecindario de La Villita siempre da la bienvenida a los inmigrantes. Como parte de una de las comunidades mexicanas más grandes de la ciudad, él dice que siempre “dan una mano amiga”.

Una cama donde uno de los migrantes duerme junto a una colección de artículos donados dentro de la Iglesia Metodista Unida Adalberto Memorial. (Stephania Rodríguez | La DePaulia)

Ya sea en la línea del frente o no, la movilización de muchos latinos en toda la ciudad para apoyar a los que llegan se presenta de diversas formas.

Emily Vallejo, hija de inmigrantes peruanos y estudiante de DePaul, inició una colecta de ropa para migrantes a través del grupo cultural Latinx conocido como MESA.

Ella dijo que la historia de inmigración de sus padres y abuelos han impulsado su activismo.

“Siempre ha sido una gran parte del por qué sentí que necesito hacer estas cosas, porque veo a mi familia en otras personas”, dijo Vallejo.

Vallejo dijo que muchos de los latinos de la generación anterior se centraron en ‘sobrevivir’ en los Estados Unidos, en lugar de participar en formas de activismo. Estos actos de supervivencia a menudo consistían en enviar dinero a sus familias o simplemente asegurarse de que hubiera comida en la mesa.

“Cuando miras a una generación diferente de latinos, tiendes a ver que a todos les gusta mantener la cabeza agachada”.

Vallejo dijo que quiere retribuir a su comunidad, como a los inmigrantes entrantes, porque su familia le allanó el camino para hacerlo.

“Siento que casi estaría perjudicando a mi familia si no dijera que esto está mal o que deberíamos movilizarnos”.

A medida que continúan llegando migrantes, Briseño dijo que todo lo que quiere es que el gobierno de los Estados Unidos le otorgue el permiso para trabajar. Ella desea mantener a su familia, especialmente a su hija.

“Ella es mi fuerza para seguir luchando”.