En el sótano de la Iglesia San Pío, en el barrio de Pilsen, preparan una mesa con 13 sillas. Los participantes designados entran en fila, llevando una copa y un plato con pan. Algunas personas se colocan fuera de las columnas que marcan los límites del escenario, repasando sus líneas y aprendiendo a manejar algunos accesorios. A medida que el bullicio se apacigua, la voz de un narrador resuena, presentando la Última Cena de Jesucristo en español.
Este año, el Viernes Santo cae el 18 de abril, fecha en la que los miembros de la comunidad de Pilsen organizarán la representación de los momentos finales de la vida de Jesucristo, conocida como el Vía Crucis de Pilsen. Esta tradición lleva realizándose desde hace 48 años en el vecindario. Los participantes se visten con túnicas, armaduras y calzado acorde a la época, y lideran una procesión por la Calle 18, cargando una gran cruz rumbo a la Iglesia San Pío.
Con escenas emblemáticas del evangelio, esta representación es uno de los eventos más importantes del año para Nellie Quintana, coordinadora principal de la obra. Ella lo llama su “Super Bowl”.
El equipo está en sus últimos días de práctica. Quintana, quien ha estado a cargo de este evento por los últimos 11 años, dice que están en una rutina “de mucha presión”.
“Ahora mismo estamos en modo de acción”, dijo Quintana. “Estamos sacando los comunicados de prensa, poniendo carteles en la comunidad, hablando con los comerciantes para avisarles que vamos a cerrar la calle, hablando con los participantes, los vestuarios, los accesorios, asegurándonos de que todos conozcan su papel”.
A los diez años, Quintana acompañaba a su madre —también coordinadora— a las prácticas del Vía Crucis, observando cómo ella y otros organizaban la representación.
“Veía a los coordinadores y lo que hacían. Entonces dije: ‘Yo quiero ayudar. Déjenme, enséñenme’. Y así comenzaron a enseñarme”, recordó Quintana, quien ahora tiene 46 años.
Cuando el antiguo director, Jorge Nieto, falleció en 2014, su familia pidió que Quintana asumiera la responsabilidad de montar la representación.
“Con todos esos años de curiosidad… Lo tomé y lo llevé hasta lo que es hoy, junto con el equipo de coordinadores y todos los participantes”, dijo Quintana.
El espíritu comunitario es lo que hace que los participantes regresen cada año, según Quintana. Aunque asisten a diferentes iglesias en todo Chicago, vuelven al Vía Crucis —o el Camino de la Cruz— cada año.
“Somos una iglesia… la verdadera iglesia es una familia, una comunidad que se apoya mutuamente”, dijo. “Les damos ese sentido de comunidad y la importancia que merecen, porque sin ellos, el Vía Crucis de Pilsen no estaría vivo hoy”.
Quintana mencionó que algunas personas han asistido al Vía Crucis y a sus prácticas por muchos años, incluso desde antes de nacer, cuando aún estaban en el vientre de sus madres.
Aunque Isaac Barrera no asistió desde el vientre de su madre, fue un espectador del Vía Crucis desde que tenía diez años. Sin embargo, pasaron más de 20 años hasta que participó por primera vez en la procesión, en 2014.
Interpretó a Jesús en solo su segundo año como participante. Hoy, es el director de la obra, y dice que fue una experiencia que lo “conmovió”.
“Estaba en shock, y también un poco frustrado, debo decir, porque… ¿dónde estuve todo este tiempo? ¿Por qué no me tomé el tiempo de hacerlo antes”? dijo Barrera.
Ahora dirige la representación y ayuda a otros hombres de la comunidad a interpretar a Jesús.
Dado que solo se permite representar a Cristo una vez, Barrera ha visto muchas versiones distintas del personaje bíblico. Dice que su objetivo es “mostrarle a la gente que Jesús está en todos”.
“Cada persona aporta algo diferente, y también puedes verte reflejado (en Jesucristo)”, dijo. “Un hombre mayor tiene una perspectiva diferente de Jesús; un hombre joven también”.
Para Barrera, Jesús puede ser “un hombre común”, alguien con quien cualquiera pueda identificarse.
Como el Jesús de este año, Eduard “Eddie” Bahena, quien trabaja como ajustador público ayudando a personas a negociar sus reclamos de seguros. Creció siendo católico y ha asistido al Vía Crucis desde que tiene memoria.
Bahena ve su papel como Jesús como una manera de servir un “propósito más grande” y de “vivir la vida como Jesús habría querido que la viviera”.
“Soy un gran defensor de la comunidad y de la iglesia también”, dijo Bahena. “Si puedo hacer algo para ayudar a alguien, o simplemente estar presente para asistir en lo que sea, lo haré”.
Este es su primer año participando en el Vía Crucis. Aunque memorizar los guiones le ha provocado nervios, dice que ha sido un “viaje personal”.
“Quiero ser una mejor persona, no solo para mí, sino para todos los que me rodean”, dijo Bahena.
Todos los que interpretan a Jesús tienen una experiencia personal al hacerlo, dijo Quintana. Algunos ni siquiera pueden definir o expresar en palabras lo que sienten.
Otras personas que participan en la representación vienen de vecindarios más allá de Pilsen, algunos tomando autobuses o trenes para llegar a tiempo a las prácticas, contó.
Este será el año número 48 del Vía Crucis de Pilsen. Quintana dice que tras cada recorrido emocional de preparar la obra, todo culmina en un alivio físico y “espiritual”.
“El Viernes Santo, cuando ves a la multitud orando en silencio juntos, hace que todo valga la pena, porque somos una sola comunidad”, dijo Quintana. “No es solo Pilsen. Va más allá de las fronteras de Pilsen”.