Rico se enamoró del baloncesto a los 10 años en su país natal de México, donde aprendió sobre el juego viendo a los Chicago Bulls por televisión. El baloncesto “me mantuvo alejado de los problemas y de pensar cosas malas”, dijo Rico, ahora de 41 años, y quien pidió que no se usara su apellido debido a su estatus migratorio.
Usó el baloncesto como distracción después de que su madre falleciera cuando él tenía 12 años. Cuando se mudó a Estados Unidos, a los 14 años, para vivir con su hermano mayor, usó el baloncesto para mantenerse alejado de las fiestas, las pandillas y los problemas con la ley.
“El baloncesto me salvó la vida”, dijo.
El baloncesto es popular entre las comunidades latinas, pero la representación latinoamericana en las ligas profesionales y en el baloncesto universitario es escasa.
En la temporada 2022-2023, la NBA tuvo 11 jugadores latinos, lo que representa solo el 2.2% de la liga.
En la WNBA, solo había dos jugadoras latinas en la liga, en 2023. En el draft de la WNBA de 2024, se seleccionaron cuatro jugadoras latinas, incluida Kamilla Cardoso, del Chicago Sky, con la tercera selección general. Cardoso es la única que juega, actualmente, en la temporada 2025. Las demás jugadoras no están en la liga debido a recortes en las plantillas.
A nivel universitario, la NCAA,National Collegiate Athletic Association, por sus siglas en inglés, cuenta con una representación latina del 2.8%, la cifra más alta registrada, pero aún la más baja en comparación con el fútbol americano (3.4%) y el béisbol (7.6%). En el baloncesto femenino, las latinas representan el 2.9%, el porcentaje más bajo comparado con atletismo al aire libre y sóftbol.
Jorge Iber, profesor de Texas Tech y vicepresidente interino de acceso y participación universitaria, explicó por qué los atletas dentro de la cultura latina encuentran difícil comprometerse con su deporte.
“Mi investigación indica que, incluso hoy, los principales problemas son de naturaleza económica y familiar”, dijo Iber.
Explicó la necesidad de que muchos jóvenes de familias latinas hagan tareas domésticas o trabajen, lo que les dificulta seguir una carrera deportiva.
La historia de Rico incluye muchas dificultades que se interpusieron en su carrera en el baloncesto.
En el año 2000, cuando Rico tenía 15 años, entró a la escuela secundaria Hubbard en el suroeste de Chicago e inmediatamente intentó encontrar una forma de integrarse al equipo de baloncesto. Dijo que no recibió ayuda durante su orientación, así que decidió preguntarle a un maestro, quien lo dirigió a un entrenador.
Le dijeron que asistiera a las próximas pruebas del equipo.
Después de ir a las pruebas y le pidieron unirse al equipo de junior varsity (JV); era el único hispano en el equipo. Sin embargo, no entendía ni hablaba bien inglés.
“Cuando daban instrucciones de qué hacer, solo seguía mis instintos”, dijo Rico.
Le dieron un mes de prueba, y si el equipo notaba que tenía dificultades, lo sacarían. Rico estaba emocionado de finalmente jugar en un equipo, pero también tenía dudas debido a la presión inmediata que enfrentaba.
“Cuando tuve esa oportunidad de jugar con ellos, tenía miedo”, dijo Rico, quien también tuvo que aprender a tomar el autobús y el tren para ir y volver de la escuela y los entrenamientos.
Después de un mes, Rico permaneció en el equipo porque, aunque no hablaba inglés, entendía bien el juego. El baloncesto lo inspiró a aprender más inglés y a mejorar su comunicación con el equipo.
En su segundo año, su relación con el equipo y su comprensión del inglés mejoraron. El equipo ganó un campeonato JV a nivel de distrito con Rico como titular.
“Fue la primera vez que gané algo”, dijo.
Sin embargo, el momento fue agridulce para Rico porque no tenía a nadie con quien celebrarlo. Su madre había fallecido y su padre no estaba presente en su vida.
“No digo que fue una lucha, pero sí me hizo sentirme solo”, dijo Rico.
En su tercer año, fue ascendido al equipo varsity, pero jugó muy poco. Esa falta de tiempo en la cancha, dijo, hizo que perdiera la alegría por el baloncesto, hasta su último año.
Lo más destacado de ese año fue la oportunidad de jugar en el United Center, la casa de sus amados Bulls. Para él, fue una experiencia única en la vida.
Recuerda haber estado nervioso pero emocionado. Pudo invitar a su hermano y a su cuñada a verlo jugar. Aunque su equipo perdió, se sintió orgulloso.
Con el tiempo, la cantidad de jugadores profesionales latinos ha aumentado lentamente, al igual que la base de fanáticos.
La NBA ha tenido varios jugadores latinos exitosos, incluyendo a Manuel Raga, Eduardo Nájera y Jaime Jáquez Jr.
Manuel Raga fue el primer mexicano en ser seleccionado en el draft de la NBA en 1970. Nunca jugó un partido debido a que fue elegido en la décima ronda. Ese draft tuvo 239 selecciones y solo 57 jugadores jugaron en la liga. Eduardo Nájera fue el siguiente mexicano seleccionado en el 2000 y jugó durante 12 temporadas.
En 2023, Jaime Jáquez Jr. fue seleccionado por el Heat de Miami con la 18ª elección. Esto lo convirtió en el primer mexicano en ser seleccionado en la primera ronda en 76 años y en el tercer mexicano en ser seleccionado en general.
A pesar del pequeño porcentaje de jugadores de origen latino, el interés en el baloncesto dentro de la comunidad latina es más alto que en cualquier otra liga deportiva importante en Estados Unidos, según Sports Business Journal.
Los latinos constituyen el 13% de la base de fanáticos de la NBA, siendo el tercer grupo étnico más grande interesado en la liga. En la MLB, NFL y NHL, los hispanos representan solo el 12% de los fanáticos.
Entonces, ¿por qué hay tan pocos jugadores latinos en la NBA, WNBA y el baloncesto universitario?
Iber cree que sí hay jugadores talentosos, pero no siempre reciben la atención que merecen.
“Hay muchos latinos que han jugado y están jugando al más alto nivel en el baloncesto profesional y universitario”, dijo Iber. Mencionó a Brook López, Al Horford y José Alvarado como ejemplos.
Actualmente, el talento de alto nivel se detecta a través de ligas AAU,Amateur Athletic Union, por sus siglas en inglés. Estas ligas permiten que los jóvenes jueguen baloncesto competitivo hasta estar listos para la NCAA. Sin embargo, es difícil destacar sin entrar en una liga AAU.
Algunos jugadores, como Oswaldo Rodríguez, estudiante de primer año en Moraine Valley Community College en Palos Hills, sienten que no pueden obtener más oportunidades sin participar en el AAU, pero ingresar tiene sus propios retos.
Rodríguez jugó baloncesto AAU en su penúltimo y último año de secundaria. Pagó casi $1,000 por su primer año y $750 por el segundo.
“Demasiada gente se rinde porque es muy caro”, dijo. Disfrutó más su segundo año, pero sintió que la experiencia no valió el precio ni el desorden dentro del equipo.
Cuando la carrera de Rico en la escuela secundaria terminó, le ofrecieron una beca para jugar en Morton College, en Cicero. Estaba emocionado de continuar su carrera en el baloncesto, pero había un gran problema: su estatus migratorio seguía pendiente.
Sin un número de Seguro Social, Rico no podía aceptar la beca y, por lo tanto, tendría que pagar todo de su bolsillo. Eso no era una opción para él, ya que su hermano no podía ayudarlo económicamente más allá de la secundaria.
“Perdí la esperanza”, dijo Rico. “Ya no quería jugar baloncesto”.
Después de un año, Rico se mudó de regreso a México, donde trabajó como maestro. Allí continuó jugando baloncesto luego de un año de pausa. Participó en torneos locales por premios en efectivo. Tuvo la oportunidad de jugar para una universidad en México, pero la rechazó debido a la falta de estabilidad financiera y de vivienda que esta le ofrecía.
En 2014 regresó a Estados Unidos tras perder su trabajo como maestro y empezó a trabajar en una imprenta, donde aún labora actualmente.
El baloncesto sigue siendo parte de la vida de Rico, pero su sueño de jugar profesionalmente ha quedado atrás.
“No estoy decepcionado conmigo mismo”, dijo Rico. “Estoy decepcionado con el sistema”.